Martes, 22 de
Junio de 2010
Entre los logros de la Presidencia española de la
Unión Europea, ha pasado prácticamente desapercibida la
aprobación de un programa de vigilancia y recolección
sistemática de datos personales de ciudadanos
sospechosos de experimentar un proceso de
“radicalización”. Este programa puede dirigirse
contra individuos involucrados en grupos de “extrema
izquierda o derecha, nacionalistas, religiosos o
antiglobalización”, según figura en los documentos
oficiales.
El pasado 26 de abril, el Consejo de la Unión
Europea reunido en Luxemburgo abordó el punto del orden
del día titulado “Radicalización en la UE”, que concluyó
con la aprobación del documento 8570/10. La iniciativa forma parte de la
estrategia de prevención del terrorismo en Europa, y se
concibió inicialmente para grupos terroristas islámicos.
Sin embargo, el documento extiende la sospecha de tal
forma y en términos tan genéricos que da cobertura a la
vigilancia policial de cualquier individuo o grupo
sospechoso de haberse radicalizado. Así, un activista
de una organización civil, política o ciudadana, sin
vínculos con el terrorismo, podría ser espiado en el
marco de un programa que invita a investigar desde el
“grado de compromiso ideológico o político” del
sospechoso, hasta si su situación económica es de
“desempleo, deterioro, pérdida de una beca o de ayuda
financiera”.
El documento aprobado recomienda a los Estados
miembros que “compartan información relativa a los
procesos de radicalización”. ¿Qué entiende la UE por
radicalización? El texto debería definir el concepto,
pues eso permitiría acotar la vigilancia al ámbito del
terrorismo islamista, pero no lo hace. Se insta, por el
contrario, a considerar entre los objetivos a todo tipo
de defensores de ideas heterodoxas. El acuerdo pone
también bajo la lupa policial a ciudadanos que
defiendan las ideas radicales clásicas, las de aquellos
partidarios del reformismo democrático que tanto bien
han hecho a la democracia. Incluso podría aplicarse
contra quienes se consideren radicales en sentido
etimológico, pues “radical” es, ni más ni menos, el
que aborda los problemas en su
raíz.
El acuerdo pulveriza el espíritu europeo de
tolerancia hacia todas las ideas, siempre que se
defiendan mediante la palabra pues, en su afán de
prevenir el terrorismo, amplia el abanico de sospechosos
hasta diluir la notable diferencia entre los medios con
que se defienden las ideas y las ideas
mismas.
El programa completo de vigilancia está recogido
en un documento anterior, el 7984/10, titulado “Instrumento para
almacenar datos e información sobre procesos de
radicalización violenta”,
de marzo de este año. Casualmente, a este texto se le
dio carácter confidencial, y sólo se ha conocido
gracias a que la organización de defensa de las
libertades civiles statewatch.org ha tenido acceso a él y lo ha hecho
público. La ONG denuncia que este programa “no se
dirige en primer lugar hacia personas o grupos que
pretendan cometer atentados terroristas, sino a gente
que tiene puntos de vista radicales, a los que se define
como propagadores de mensajes
radicales”.
Entre los objetivos del documento secreto figura
“combatir la radicalización y el reclutamiento”,
e incluye alusiones relativas a la persecución de
quienes inciten al odio o a la violencia que sí parecen
dirigidas a grupos terroristas o filoterroristas. Sin
embargo, éstas resultan innecesarias, pues ya están
castigadas en la legislación penal de los países
europeos. El texto alude indistintamente a la
“radicalización” y la “radicalización violenta”,
asociando el recurso a la violencia con todo tipo de
ideas extremas o antisistema. El documento invita a
los gobiernos a vigilar “los mensajes de
radicalización” hasta un punto rayano en la
vulneración de la libertad de expresión. El programa
invita a escrutar las audiencias a las que se dirigen
los mensajes radicales, si éstos apoyan o no la
violencia, si existen otros grupos con las mismas ideas
que renieguen de la violencia, cómo se transmiten los
mensajes radicales, etc.
Al descender al detalle de la vigilancia
individual, recomienda investigar incluso los
sentimientos de las personas que militen en grupos
sospechosos, mediante planteamientos como el que
insta a recabar información sobre los “sentimientos
de la persona en relación con su nueva identidad
colectiva y los miembros del grupo”. Y con preguntas
como: “¿Ha hecho la persona comentarios sobre
asuntos, principalmente de naturaleza política, usando
argumentos basados en mensajes radicales? ¿Ha hecho
comentarios sobre su intención de tomar parte en un acto
violento?”. De este modo, el acuerdo abre una
peligrosa vía de persecución de las ideas, los
argumentos y hasta los estados de
ánimo.
La reunión en la que se aprobó este programa de
vigilancia ciudadana estuvo presidida por el ministro de
Asuntos Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, ya
que España ostentaba la Presidencia de turno de la UE.
Asistió también el secretario de Estado para la UE,
Diego López Garrido, así como la mayor parte de
los ministros de Asuntos Exteriores
comunitarios.
http://www.cuartopoder.es/casidesnuda/la-ue-vigilara-a-los-ciudadanos-de-opiniones-radicales/210
Choque de civilizaciones en
Suecia:
http://www.youtube.com/watch?v=y6Y1pyy8ESM